miércoles, 31 de enero de 2007

LA MUERTE O IGNORANCIA DE DIOS

Se ha dicho que el siglo XIX ha sido el siglo de la muerte de Dios, el siglo del ateísmo. Es cierto que el ideal ilustrado de procesar al cristianismo concluyó con el intento de eliminación de la actitud religiosa dentro del hombre. El siglo XIX fue un siglo de lucha encarnizada contra todo lo que llevara el nombre de Dios o algo parecido. En el siglo XX se han matizado las posiciones y se ha optado por la ignorancia -la ausencia de Dios-; debida, quizás, a esa consciencia, expresada magistralmente por Chesterton en La esfera y la cruz, de que el ateo y el teísta tenían en común estar siempre obsesionados con la idea de Dios.

El hombre del siglo XX, en general, se caracteriza por el ateísmo práctico, vital, no teórico. Pero, curiosamente, el problema religioso y metafísico sigue presente aunque se intente vivir al margen, instalarse plenamente en la finitud. Prueba de ello son el surgimiento de nuevas espiritualidades, la mirada a las espiritualidades orientales –muchas de ellas occidentalizadas- o el crecimiento de la superstición. (Pensemos en el muy rentable negocio de las líneas telefónicas de tarot).

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