miércoles, 31 de enero de 2007

LA MUERTE O IGNORANCIA DE DIOS

Se ha dicho que el siglo XIX ha sido el siglo de la muerte de Dios, el siglo del ateísmo. Es cierto que el ideal ilustrado de procesar al cristianismo concluyó con el intento de eliminación de la actitud religiosa dentro del hombre. El siglo XIX fue un siglo de lucha encarnizada contra todo lo que llevara el nombre de Dios o algo parecido. En el siglo XX se han matizado las posiciones y se ha optado por la ignorancia -la ausencia de Dios-; debida, quizás, a esa consciencia, expresada magistralmente por Chesterton en La esfera y la cruz, de que el ateo y el teísta tenían en común estar siempre obsesionados con la idea de Dios.

El hombre del siglo XX, en general, se caracteriza por el ateísmo práctico, vital, no teórico. Pero, curiosamente, el problema religioso y metafísico sigue presente aunque se intente vivir al margen, instalarse plenamente en la finitud. Prueba de ello son el surgimiento de nuevas espiritualidades, la mirada a las espiritualidades orientales –muchas de ellas occidentalizadas- o el crecimiento de la superstición. (Pensemos en el muy rentable negocio de las líneas telefónicas de tarot).

martes, 30 de enero de 2007

LOS SIETE PECADOS CAPITALES

En contraste con nuestra época, la ética medieval poseía claras delimitaciones. De esta manera el hombre medieval cuenta con una suerte de código de conducta que le señala claramente como debe ser su actuar. Esta codificación tiene su base, por un lado, en las llamadas “Virtudes Cardinales”, verdaderas llaves maestras que posibilitan el ejercicio de una conducta conforme con lo que es éticamente correcto. Por otro lado, los “Pecados Capitales” (denominados así por ser “cabeza” o principio de todos los demás pecados) muestran claramente la cuna de todo lo moralmente reprobable. Esta codificación moral, que si bien fue formulada en el medioevo tiene una sorprende actualidad, está cruzada transversalmente por una problemática ética fundamental: la posibilidad de acoger hospitalariamente al “otro”, al prójimo (el que está próximo) como una persona válida por sí misma. Dicho de otra manera el entender a los seres humanos que están frente a mí, cualquiera sea su condición, como un “interlocutor válido”, como un fin en sí mismo. Como veremos más adelante, Lo que verdaderamente constituye el mal moral es entender al “otro” como un “medio”, como un objeto que puede ser utilizado para el propio beneficio, en conformidad al principio del “amor a sí mismo”. Veamos a continuación una síntesis de la definición de cada uno de estos concepto, nos hemos basado en un antiguo pero esclarecedor “diccionario de teología” (se han alterado la redacción, la extensión y la ortografía castellana antigua en función de la comprensión, así mismo se han traducido algunas citas que en el texto original aparecen en latín)


1. La Soberbia.
Es el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de “todos” los restantes pecados. Recordemos que por esta falta, según la teología cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y autoridad que Dios. En general es definida como “amor desordenado de sí mismo”. Según Santo Tomás la soberbia es “un apetito desordenado de la propia excelencia”. Se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y guardando las distancias, se aplica al respeto y a la consideración que los subordinados le deben a las autoridades legítimamente constituidas. De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores:

 La vanagloria: es la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás. Así mismo, consiste en la elaborada ostentación de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la consideración de los demás.
 La Jactancia: falta de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer vistosamente su superioridad y sus buenas obras. Sin embargo, no es pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en miras la educación de los otros.
 El Fausto: consiste en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más allá de lo que permiten sus posibilidades económicas.
 La altanería: Se manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y mirándolo con aire desdeñoso.
 La ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y dignidades como cargos o título, sólo considerando los beneficios que les son anexos, como la fama y el reconocimiento
 La hipocresía: simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o aparentar virtudes que no se tienen.
 La presunción: consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus capacidades. Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes.
 La desobediencia: es la infracción del precepto del superior. Es pecado mortal cuando esta infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es injurioso al mismo Dios. Pero cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor.
 La pertinacia: consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de los que no piensan como el sujeto en cuestión.
El remedio radical contra la soberbia es la humildad. Según el cristianismo, “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes (Luc. 14)

2. La Acidia (Pereza).
Es el más “metafísico” de los Pecados Capitales en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. Es también el que más problemas causa en su denominación. La simple “pereza”, más aún el “ocio”, no parecen constituir una falta. Hemos preferido, por esto, el concepto de “acidia” o “acedía”. Tomado en sentido propio es una “tristeza de animo” que nos aparta de las obligaciones espirituales y divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital.
Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos.
Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.
Son efectos de la pereza:

 La repugnancia y la aversión al bien que hace que este se omita o se practique con notable defecto.
 la inconsistencia en el bien, la continua inquietud e irresolución del carácter que varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como desiste de ella, sin ejecutar nada.
 Una cierta pusilanimidad y cobardía por la cual el espíritu abatido no se atreve a poner manos a la obra y se abandona a la inacción.
 La desesperación de considerar que la salvación es imposible, de tal manera que lejos de pensar el hombre en los medios de conseguirla se entrega sin freno alguno a sus propias pasiones.
 La ociosidad, la fuga de todo trabajo, el amor a las comodidades y a los placeres.
 La curiosidad o desordenado prurito de saber, ver, oír, que constituye la actividad casi exclusiva del perezoso.

En el fondo, la acidia se identifica con el “aburrimiento”. Pero no con ese aburrimiento objetivo que nos hace escapar de una cosa, de una situación o de una persona en particular. Más bien se refiere al “aburrimiento” que sentimos frente a la existencia toda, frente al hecho de existir y de todo lo que esto implica. La vida nos exige trabajo, esfuerzo para actuar según lo que se debe, esfuerzo que no es ni gratuito ni fácil. Cuando no somos capaces de asumir este costo (este trabajo) y desconocemos aquello que debemos “hacer” en la existencia, la vida humana se transforma en un vacío que me causa “horror”; se transforma en un vacío que me angustia y del cual escapamos constantemente casi sin darnos cuenta. De hecho ‘aburrimiento’ significa originariamente “ab horreo” (horror al vacío). Decíamos que la acidia es el más metafísico de los pecados capitales parque implica no asumir los costos de la existencia, de escapar constantemente de hacer lo que se debe, por no saber lo que se debe.

3. La Lujuria.
Tradicionalmente se ha entendido la lujuria como “appetitus inorditatus delectationis venerae” es decir como un apetito desordenado de los placeres eróticos. La tradición cristiana subdividió este pecado en la simple fornicación, el estupro, el rapto, el incesto, el sacrilegio, el adulterio, el pecado contra la naturaleza, comprendiendo bajo esta última especie, la polución voluntaria, la sodomía y la bestialidad. La lujuria sería siempre un “pecado mortal” pues involucra directamente la utilización del otro, del prójimo, como un medio y un objeto para la satisfacción de los placeres sexuales.
Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición clásica especialmente la griega–, entienden por “amor” algo muy distinto de lo que el mundo contemporáneo comprende. El concepto de amor tiene una importancia central en el cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor es “superabundancia”, capacidad de dar y de darse, “caritas”, en definitiva: caridad, una de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse por el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia el Nuevo Testamento: “...amar al prójimo como a sí mismo”. El amor cristiano, y también el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad, incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aun más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte a sí en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.Por otro lado, para el pensamiento cristiano la sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara. La reproducción y la perpetuación de la especie. Esta clara finalidad da también sentido a la existencia del hombre ordenado su acción en vista del amor de Dios. La lujuria, en cambio, que no tiene en vistas la finalidad de la reproducción y que por esto pierde todo sentido, se convierte en una acción bacía, sin sentido, que de alguna manera nadifica al hombre y lo aleja del Ser de Dios.

4. La Avaricia.
La teología cristiana explica el pecado de la avaricia como “amor desordenado de las riquezas”, es desordenado, continua, “porque lícito es amar y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo, si se las desea para cooperar más eficazmente con al gloria de Dios, para socorrer al prójimo etc. El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; “esa pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.”
“La avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el avaro ame de tal modo las riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.”
En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por una lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia, la caridad que todos le debemos al menesteroso. La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un “no dar”, más aun en privar a otros de sus bienes para tener más que retener. Por otro lado, el privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí. Se lo utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí mismo.
Son “hijos” o faltas menores de la avaricia: el fraude, el dolo, el perjurio, el robo y el hurto, la tacañería, la usura, etc.

5. La Gula.
Como “uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida” es definido este pecado. La definición teológica se complementa con que “el placer o deleite que acompaña al uso de los alimentos, nada tiene de malo; al contrario, en el efecto de una providencia especial de Dios para que el hombre cumpliese más fácilmente con el deber de su propia conservación. Prohibido es, empero, comer y beber hasta saciarse por ese solo deleite que se experimenta”. De esta manera, la religiosidad latina especifica estas faltas en: proepropere: comer antes de tiempo o cuando se debe abstener de comer, por ejemplo en los días de ayuno señalados por la Iglesi; laute: cuando se comen manjares que superan las posibilidades económicas de la persona; nimis cuando se bebe o se come en perjuicio de la salud de la persona; ardenter: cuando se como con extrema voracidad o avidez a manera de las bestias. La gula se transforma en pecado en los siguientes casos:

 Cuando por el solo placer de comer se llega al hurto o se reduce a la familia a la mendicidad.
 Cuando el deleite en el comer se reduce a un fin único y preponderante en la vida.
 Cuando es causa de graves pecados como la lujuria y la blasfemia.
 Cuando trasgrede los preceptos de la Iglesia en los días de ayuno y de abstinencia de ciertos alimentos.
 Cuando se provoca voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida.
 Cuando se auto infiere grabe daño a la salud o sufrimiento a si mismo y a los que lo rodean.

Además de lo dicho por la teología tradicional, la gula tiene un aspecto que no debemos dejar de considerar. La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo. El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta manera el “glotón” se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro.

6. La Ira.
“Appetitus inordinatus vindictae” es decir, un “apetito desordenado de venganza”. “Que se excita –continua la definición latina– en nosotros por alguna ofensa real o supuesta. Requiérase, por consiguiente, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. Si no entraña este desorden no será imputado como pecado”. De esto ultimo se desprende que habría una ira “buena y laudable” si no excede los límites de una prudente moderación y tiene como fin suprimir el mal y reestablecer un bien. “El apetito de venganza es desordenado o contrario a la razón, y por consiguiente la ira es pecado, cuando se desea el castigo al que no lo merece, o si se le desea mayor al merecido, o que se le infrinja sin observar el orden legítimo, o sin proponerse el fin debido que es la conservación de la justicia y la corrección del culpable. Hay también pecado en la aplicación de la venganza, aunque esta sea legítima, cuando uno se deja dominar por ciertos movimientos inmoderados de la pasión. De esta manera la ira se convierte en pecado gravísimo porque vulnera la caridad y la justicia. Son hijos de la Ira: el maquiavelismo, el clamor, la indignación, la contumelia, la blasfemia y la riña”.
De la definición anterior se desprende que la ira es el uso de una fuerza directa o verbal que trasgrede los límites de la legitima restitución de un bien ofendido. La violencia, entendida como el uso de la fuerza, si es desmedida, es claramente una anulación del otro. En el asesinato, por ejemplo, que no corresponde a la legítima defensa, se pretende evidentemente la nadificación del otro. En el leguaje, mediante la ofensa o el improperio, encontramos también el deseo de perjuicio e incluso de nulidad del otro.
Es importante hacer notar que el uso de la fuerza en contra del prójimo no siempre es un mal moral. Debe ser entendida como un mal menor si el fin por el cual se realiza no es sólo la anulación del otro sino que persigue fines legítimos como la conservación de la vida propia o de terceros. Tal es el caso de la “guerra legítima” que procura evita la propia muerte o la privación de la legítima libertad a mano de un invasor, la legítima defensa. El uso de la fuerza se justifica también cuando se procura, con esto, el bien del otro, evitando de esta manera un daño mayor que el dolor que se infringe.
La ira se convierte en pecado gravísimo cuando nuestro instinto de destrucción sobrepasa toda moderación racional y, desbordando todo límite dictado por una justa sentencia, se desea sólo la inexistencia del prójimo.

7. La Envidia
La envidia es definida como “Desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria: tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae” De esta manera, para saber si la envidia es una falta moral, es necesario investigar el verdadero motivo que produce la tristeza que se siente frente al bien que posee el prójimo. De esta manera la envidia no es pecado cuando

 Nos entristecemos por el cargo, potestad o bienes materiales alcanzado por quien no los merece y podría hacer mal uso de esa autoridad causando grave daño a sus semejantes.
 sentimos insatisfacción por los bienes que posee quien no los merece y en vista de que nosotros le daríamos mejor fin. Por ejemplo, el que abunda en riquezas haciendo mal uso de ellas: los avaros que no hacen uso de sus bienes ni para beneficio propio ni para el de los demás.
 otras veces, nos entristecemos, no tanto de lo que el otro posee como del hecho de que nosotros carecemos de ese bien, si esta constatación nos muestra el tiempo y las oportunidades perdidas y alienta nuestro propio sentido de superación.

La envidia es falta gravísima, cuando nos incomoda y angustia a tal grado el bien o los bienes materiales del otro, que deseamos verlo privado de aquellos bienes que legítimamente a conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado conseguir. De esta manera, este deseo de ver privado al otro de sus bienes nos puede conducir a procurar, por todos los medios, a efectivamente quitarle esos bienes o de hacer ver, con el uso del chismorreo, que aquel no debería poseer lo que posee. La mentira, la traición, la intriga, el oportunismo entre otras faltas se desprenden de esta tristeza frente al bien ajeno y a nuestra propia incapacidad de acceder a tales bienes.

"El Orígen de la filosofía"

Básicamente filosofía es realizarse y tratar de responder dos preguntas fundamentales, como lo son el ¿por qué? Y el ¿para qué? De todas las cosas.
A través de los siglos los hombres han filosofado incluso tomando como objeto la misma filosofía, entrampándose en una discusión sin solución aparente sobre su esencia. En este punto se dividen las conclusiones entre los que aceptan a la filosofía como ciencia y los que no, así tratando de comprender su significado, se proporcionan ejemplos justificativos de opuestas apreciaciones, no se la puede clasificar como ciencia, pues carece de la rigidez del método científico, y a pesar de todo es anterior a la ciencia e incluso podría decirse que es su “madre”. Los hombres de ciencia al tratar de clasificar el “filosofar”, transforman su ser en un sin ser científico, una especie de híbrido, por lo tanto no se puede filosofar científicamente, pues es imprescindible el “pensamiento ingenuo”, ese que poseen los locos y los niños y del que carecen absolutamente los científicos.
Tampoco son dos asuntos completamente opuestos, pues tienen sus similitudes, ya que ambas son antidogmáticas y como se dijo anteriormente la ciencia deriva de la filosofía.
Las ciencias tienen un objeto de estudio y su nivel de certeza para poder entenderlas es distinto al de la filosofía, dando respuestas con validez lógica, partiendo de la razón, pasando por la lógica y llegando a los principios, sin comprometer, además, todo su ser como en el caso de la filosofía La filosofía en cambio también tiene objetos de estudio, pero el espectro de análisis es más amplio, y aquí surge otra diferenciación, pues no busca la verdad, y no su posesión así en La Grecia antigua se distinguía a los filósofos de los sabios.
Siempre que dudemos, indaguemos, reflexionemos, cuestionemos, estaremos inequívocamente filosofando, buscando un saber desinteresado con un origen personal, incluso de manera inconciente, de esa manera nos damos cuenta de que tampoco podemos escondernos de la filosofía, razón de ser de todo.

Eru_Thingol

EXTRACTO ....................

"...En una sociedad de superhombres, o supersociedad, el desarrollo personal como consecuencia nos llevará a un desarrollo colectivo, en donde tanto los hombres como la sociedad estarán creciendo hacia la total integridad. Debemos buscar la transfiguración del hombre, esa que aún no existe como existencia, pero si como esencia, en el ideal expresado por nuestros pensamientos como cosa del futuro que inevitablemente se hará realidad, despojándonos por completo de la actual procesión valórica, arcaica y obsoleta de la mediocridad, acabando de una vez por todas con el poder entregado a las “masas” que solamente sirve para impedir el desarrollo y realización de los más fuertes. De cierto, de cierto os digo es necesaria la nueva tabla de valores, y que mejor alegoría que las transformaciones del espíritu, dejemos de ser camello, convirtámonos en león y transmutemos hacia el niño, y así de esa manera, oh… nuestros niños, nuestro preciados niños jugando crearan los nuevos valores necesarios para la justa y equitativa educación, os advierto que no debeis temer al nihilismo real, solamente al falso ese que no niega su tendencia a la negación absoluta y a la aniquilación, sino la que es real, la verdadera, la necesaria, esa que nos insta a dogmatizar el escepticismo, no buscando la nada, sino por el contrario des-construir para volver a construir....."

lunes, 29 de enero de 2007

NEMESIS

En la mitología griega Némesis (llamada Ramnusia, la «diosa de Ramnus» en su santuario de Ramnus) es la diosa de la venganza y la fortuna. Es una deidad antigua, por lo que no está sometida a los dictámenes de los olímpicos. Castiga sobre todo la desmesura. Sus sanciones tienen usualmente la intención de dejar claro a los hombres que, debido a su condición humana, no pueden ser excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal. Un claro ejemplo lo encontramos en Creso, que al ser demasiado dichoso fue arrastrado por Némesis a una expedición contra Ciro que provocó su ruina.

Mientras que Hesíodo la cree hija de la oscuridad y la noche (Érebo y Nix), Pausanias afirma que lo era de Océano y Eurípides, que su padre era el mismo Zeus.

Este último la persiguió incansablemente intentando hacerla suya. Némesis para evitar el abrazo del dios se metamorfoseó de mil maneras distintas. Finalmente se transformó en una oca y Zeus transmutado en cisne logró alcanzarla. Fruto de esta unión, la diosa puso un huevo que fue recogido por unos pastores y entregado por ellos a Leda. Ésta es una de las versiones del origen de Helena y los Dioscuros.

Se la representa con una corona y a veces con un velo que le cubre la cabeza, lleva una rama de manzano en una mano y una rueda en la otra.

Aunque la palabra némesis no se incluya en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en el Larousse aparece -en relación directa al mito griego- significando una fuerza compensadora de otra. En italiano, hace referencia a un hecho desafortunado que desencadena su propia compensación (ver desambiguación).

Némesis: Mit. Diosa griega que medía la felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la Fortuna. Con este carácter nos la presentan los primeros escritores griegos, y más tarde fue considerada como las Furias, es decir, como la diosa que castigaba los crímenes. El origen del culto a Némesis hay que buscarle en el temor que sentían los griegos a la cólera divina. Este culto no es de época muy antigua. Hesiodoto nos representa a Aidos y Némesis indignados del espectáculo de la perversidad humana, huyendo de la Tierra, envueltos en velos blancos; de suerte que para él Némesis no es más que una personificación del sentimiento moral, reprobador de toda violencia y de todo exceso. En los Cantos cúpricos se habla de la unión de Némesis y Júpiter, para dar nacimiento a Elena, lo cual expresa la idea de la cólera celeste, origen de todas las desdichas de la especie humana. El primer templo y los primeros altares que tuvo Némesis estuvieron en Ramnonta, lugar de Ática, y durante mucho tiempo su culto no salió de allí. Otra tradición nos presenta a Némesis como hija del Océano, tan antigua, por consiguiente, como los primeros seres, y de este modo su origen se une al de la vida moral de los dioses y de los hombres. Otras veces es una hija de la Noche o del Erebo, como todas las potestades fatales de la humanidad. Como hija de Dike es la divinidad equitativa que castiga el orgullo y la impiedad, estando, por lo tanto en relación con Temis, diosa del orden universal. El poder irresistible de Némesis está expresado por su asociación con Adrastea, divinidad asiática que se confundió con ella, hasta ser este nombre uno de sus epítetos. Némesis es uno de los atributos del dios supremo, y era, en unión de Adrastea, el instrumento de la cólera divina. Némesis fue siempre una divinidad funesta: la diosa de la venganza celeste. Por esta razón es la madre de Elena quien debía causar la ruina de los griegos y de los troyanos. Némesis fue perseguida por el dios del cielo, y para librarse de él tomó formas de monstruos marinos y de diversos animales terrestres, pero estas metamorfosis no impidieron que se entregase al fin a la pasión de Júpiter, y que el fruto de estos amores fuese una niña (Elena), Leda se encargó de criar y de educar.

Némesis fue representada llevando en la mano una rama de manzano y coronada con un stéfanos. Por lo demás, su tipo artístico no se ofrece con rasgos muy precisos. La estatua que la representaba en Ramnonta era, según Plinio, obra de Agoracritos, y representó en un principio a Afrodita (Venus), hasta que el autor la transformó en Némesis, vendiéndola así a las gentes de Ramnonta. Se creía que el verdadero autor había sido Fidias por amistad con Agoracritos, con cuyo nombre la firmó. De todos modos, en tiempo de Fidias el tipo de Némesis no estaba bien determinado. Pero más tarde aparece caracterizada con la corona llamada polos y por una actitud especial, que consiste en tener un dedo puesto sobre los labios como imponiendo silencio. Némesis aparece representada con la ninfa Adrastea en un carro tirado por grifos en las monedas de Esmirna. En las pinturas de los vasos suele aparecer en unión con Temis. En las indicadas monedas Némesis lleva en la cabeza un modius, medida de la que los dioses habían puesto a la ambición y a la felicidad humana, de la cual no debían pasar los hombres para no exponerse a ser perseguidos por la Némesis alada, que es como se la suele ver en algunos monumentos.

¿Qué es la vida?

Cuando somos niños no tenemos conciencia de nada, nuestro mundo es limitado, seguro y se limita a girar alrededor de nuestros padres, por esta razón somos felices.

La verdadera crisis viene en nuestro despertar como adolescentes, en ese sutil instante en que transitamos desde la niñez a la adolescencia, periodo maravilloso de la vida denominado pubertad, ya lo tocó Hesse en su monumental obra "Demian", en la cual logró plasmar todos nuestros vaivenes emocionales.

Araíz de lo anterior no queda más que preguntarse cual es en realidad el propósito de nustra existencia. Si miramos a nuestro alrededor y reflexionamos sobre el cosmos y la cantidad de años que tiene nuestro planeta, nos damos cuenta de que no somos nada, solamente un suspiro, un hálito de vida, algo que no alcanza a ser siquiera por que efímera es su existencia. Quizás el día que descubramos nuestros orígenes también aclararemos estas dudas.

Mientras tantos sigamosnos conformando con explicaciones y teorías insulsas, risibles hata para un niño.

Si alguien encontró la respuesta le pido la comparta en este lugar......

Eru_Thingol

sábado, 27 de enero de 2007

DESPEDIDA

Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.

No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

Jorge Luis Borges, 1923

viernes, 26 de enero de 2007

EL NUEVO ÍDOLO

¡Quiere que vosotros le sirváis de cebo par pescar a los demasiados! ¡Sí, un artificio infernal ha sido inventado aquí, un caballo de muerte, que tintinea con el atavío de honores divinos!
Si, aquí ha sido inventada una muerte para muchos, la cual se precia a sí misma de ser vida: ¡en verdad, un servicio íntimo para todos los predicadores de muerte!
Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de venenos: Estado, al lugar en que todos, buenos y malos se pierden a si mismos: Estado, al lugar donde el lento suicidio de todos - se llama �la vida�
¡Ved, pues a esos superfluos! Enfermos están siempre, vomitan su bilis y lo llaman periódico. Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse.
¡Ved, pues a eso superfluos! Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran al fango y a la profundidad.
Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer - ¡que la felicidad se asienta en el trono! Con frecuencia es el fango el que se asienta en el trono - y también a menudo el trono se asienta en el fango.
Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores, y fanáticos. Su ídolo, el frío monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos servidores del ídolo.
Hermanos míos, ¿es que queréis asfixiaros con el aliento de sus hocicos y de sus concupiscencias? ¡Es mejor que rompáis las ventanas y saltéis al aire libre!
¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos del humo de esos sacrificios humanos!
Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos se encuentran aún muchos lugares para eremitas solitarios o en pareja, en torno a los cuales sopla el perfume de mares silenciosos.

Friedrich Nietzsche

El Padre nuestro en "alto élfico"

Átaremma i ëa han ëa
na aire esselya
aranielya na tuluva
na care indómelya cemende tambe Erumande
ámen anta síra ilaurëa massamma
ar ámen apsene úcaremmar sív' emme apsenet tien i úcarer emmen.
Álame tulya úsahtienna mal áme etelehta ulcullo
násie.

jueves, 25 de enero de 2007

¿Qué es la fe?

Es curioso, la gran mayoría de los seres humanos necesita algo en que creer (tal como dice la teoría del caos) al parecer se sienten más seguros ante el ritual de creer en la existencia de un ser superior, el que controla nuestras vidas. La fe que profesan los incita a arrastrase por kilómetros, a sufrir, a autoflajelarse, es enorme a simple vista; sin embargo, si uno les pregunta de donde surgieron estos conceptos no saben explicarlos, ni siquiera tienen claros los orígenes de la religión......incluso hay quienes se molestan ante la sola consulta del ¿por qué creer?....espero que algun día nos liberemos de ese yugo...

miércoles, 24 de enero de 2007

EL LAMENTO DEL rEY

Muy a pesar mío veo como día a día tratan de contaminar nuestras mentes (y por ende nuestras vidas) con basura mediática, ya no solamente en televisión, sino también en las radios, en el metro, en los paraderos de micro.etc.
Es lamentable ver como nuestros jóvenes absorven sin ningun tipo de control horas y horas de vanalidad, frivolidad e ignorancia...los canones valóricos se han desvirtuado totalmente, les dicen que vestir, que hablar, que decir, convirtiéndolos en criaturas sin ningun tipo de posibilidad de pensar. El razonar ha sido extirpado de sus cabezas.........hago un llamado a todos los que se dan cuenta de esta enfermedad que amenaza con destruir nuestra cultura......si no estoy solo, por favor haganmelo saber..............

El idealismo Alemán

4.1.1. El idealismo alemán.

- Fichte (1762-1814) intenta establecer los principios fundamentales e infundados de toda ciencia según el esquema tesis-antitesis-síntesis. A saber:

o “El Yo pone originariamente sin más su propio ser”.
o “El Yo no es el No-yo”.
o “En el Yo contrapongo al Yo divisible un No-yo divisible”

Básicamente quiere afirmar que la realidad se me da como un yo que puede ser conocido pero que es limitado por el hecho, suministrado por el sentimiento, de que aspiramos a un Yo absoluto (No-yo).

- Schelling (1775-1854). Partiendo de los principios de Fichte distingue claramente entre el yo como sujeto y el yo como objeto y se pregunta, ¿cómo el yo-sujeto puede producir el yo-objeto? Su respuesta es, mediante la autoconciencia, el pensamiento.

- Hegel (1770-1831). Es el pensador más interesante y complejo del idealismo alemán. Su sistema se conoce como Idealismo Absoluto y se centra en la afirmación de que existe una única realidad (Idea Absoluta) que se va autoconociendo conforme al esquema, tomado de Fichte, tesis-antítesis-síntesis. Toda la historia de la realidad y la historia de la humanidad no es más que el despliegue de la Idea Absoluta hasta llegar a la plenitud de su autoconocimiento.

- Los hegelianos, a la muerte de Hegel, se dividieron en derecha hegeliana e izquierda hegeliana. Dentro de esta última destaca Marx que ha sido tratado ampliamente en la unidad correspondiente. A ella te remitimos.

martes, 23 de enero de 2007

Also Spracht Zaratustra¡¡¡¡¡¡

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio cuerpo - y así enmudecer.

«Cuerpo soy yo y alma» - así hablaba el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?

Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo.

El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.

Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, a la que llamas «espíritu», un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.

Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa más grande aún, en la que tú no quieres creer, - tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo.

Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene dentro de sí su término. Pero sentido y espíritu querrían persuadirte de que ellos son el término de todas las cosas: tan vanidosos son.

Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el si-mismo. El sí-mismo busca también con los ojos de los sentidos, escucha también con los oídos del espíritu.

El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye. El domina y es también el dominador del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido - llamase sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.

Hay mas razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?

Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. «¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del pensamiento? se dice. Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos».

El sí-mismo dice al yo: «¡siente dolor aquí! » Y el yo sufre y reflexiona sobre cómo dejar de sufrir - y justo para ello debe pensar.

El sí-mismo dice al yo: « ¡siente placer aquí!» Y el yo se alegra y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo - y justo para ello debe pensar.

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar, y el valor y la voluntad?

El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una -mano de su voluntad.

Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a vuestro sí-mismo. Yo os digo: también vuestro sí-mismo quiere morir y se aparta de la vida.

Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: -crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ese es todo su ardiente deseo.

Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él: - por ello vuestro sí-mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del cuerpo.

¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí-mismo, y por ello os convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de crear por encima de vosotros.

Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra. Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.

¡Yo no voy por vuestro camino, depredadores del cuerpo! ¡Vosotros no sois para mí puentes hacía el superhombre! -

Así habló Zaratustra

LEY CONTRA EL CRISTIANISMO

Dada en el día de la salvación, en el día primero del año uno (-el 30 de septiembre de 1888 de la falsa cronología)

Guerra A Muerte Contra El Vicio: El Vicio Es El Cristianismo



ARTÍCULO PRIMERO: Viciosa es toda especie de contranaturaleza. La especie más viciosa de hombre es el sacerdote: el enseña la contranaturaleza. Contra el sacerdote no se tienen razones se tiene presidio.

ARTÍCULO SEGUNDO: Toda participación en un servicio divino es un atentado contra la moralidad pública. Se será mAs duro contra los protestantes que contra los católicos, mAs duro contra los protestantes liberales que contra los protestantes ortodoxos. Lo que hay de criminal en el ser-cristiano crece en la medida en que uno se aproxima a la ciencia. El criminal de los criminales es, por consiguiente, el filosofo.

ARTÍCULO TERCERO: El lugar maldito en que el cristianismo ha encovado sus huevos de basilisco será arrasado, y, como lugar infame de la tierra, constituirá el terror de toda la posteridad. En El se criarán serpientes venenosas.

ARTÍCULO CUARTO: La predicación de la castidad es una incitación publica a la contranaturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, toda impurificación de la misma con el concepto de �impuro� es el autentico pecado contra el espíritu santo de la vida.

ARTÍCULO QUINTO: Comer en la misma mesa con un sacerdote le hace quedar a uno expulsado: con ello uno se excomulga a sí mismo de la sociedad honesta. El sacerdote es nuestro chandala, - se le proscribirá, se lo hará morir de hambre, se lo echará a toda especie de desierto.

ARTÍCULO SEXTO: A la historia �sagrada� se la llamará con el nombre que merece, historia maldita; las palabras �Dios�, �redentor�, �santo�, se las empleará como insultos como divisas para los criminales.

ARTÍCULO SÉPTIMO: El resto se sigue de aquí.

El Anticristo

lunes, 22 de enero de 2007

Pronto en este sitio tendrán a su disposición una serie de textos y documentos para su análisis, espero recibir sus opiniones y compartir experiencias y teorías.
Humildemente les doy la bienvenida.

Rey Thingol